Ayer te vi, Niño del Hambre,
desnudo y solo.
No me miraste.
Pasé despacio, por tu dolor… seguí de largo.
Niño del hambre,
¡qué viejo estabas!, no me miraste.
Un pie en la cuna, otro en la muerte…
Y yo, en silencio, acabé mi plato,
cerré la puerta,
peiné mi pelo y pasé de largo.
Eres la Vida, Niño del Hambre.
Si hoy me miras,
si te detienes,
yo no soy digna, pero, tal vez…
siga tus pasos.
¡Rómpeme el alma, con tu silencio
destroza todo lo que he creado!
Mírame, tócame, porque ahora sé que soy yo la muerta.
Que soy de piedra.
Tus ojos negros, tus manos largas,
tu paso errante…
¡Niño del Hambre!
Te estás cayendo, y eres la Vida.
Eres la Vida, eres un grito
sabor de sangre.
Dolor tan grande
que movería todos los mares.
Si bajo un paso y nos encontramos
yo, que soy piedra, seré de carne.
Eres la Vida, Niño del Hambre.