Las paredes del establo
se cubrieron, sin sentirlo,
de faisanes y de ocas
y de gallos y de mirlos.
Los faisanes descendieron
y pasaban sobre el Niño
su ancha cola de colores;
y las ocas de anchos picos
arreglábanle las pajas;
y el enjambre de los mirlos
era un vuelo palpitante
sobre el recién nacido…
(Gabriela Mistral)